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miércoles, 18 de diciembre de 2024

Zurgena, El, 103º de los 103 pueblos de Almeria.

Zurgena. Por orden alfabético el 103º de los 103 de la provincia de Almería.

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En mi reto de hacer los 103 pueblos de Almería en bici, hoy Zurgena.

Pueblo situado en la cuenca baja del Almanzora, entre ricas huertas de cí­tricos y frutales regadas por el rí­o, y dividido en dos partes por el mismo rí­o. Su especial topografí­a le proporciona un perfil especial y poco uniforme pero de aspecto cuidado y limpio. Sobre todo el conjunto sobresale la Iglesia Parroquial.

Historia.

El municipio de Zurgena ha supuesto históricamente la puerta de entrada al Valle del Almanzora. Las primeras poblaciones se remontan al periodo Neolítico. Hasta dos poblaciones de este periodo histórico estaban situadas cerca de la rambla. El terreno es de origen volcánico, compartiendo estas características con gran parte del resto de la Comunidad Autónoma de Andalucía. En su término municipal abunda la tierra de gran fertilidad. Algo que en estos días se traduce con una dedicación de buena parte de la población a la agricultura. Precisamente la tierra fértil y la presencia de agua en las inmediaciones de la actual rambla, fueron las premisas que hicieron de Zurgena un lugar ideal para el hombre neolítico.

Siglos después, Zurgena se convirtió en un asentamiento romano. De hecho, la conocida como Ruta Verte era una carretera romana que adjuntaba Granada y Murcia. La ruta pasaba por la actual barriada de La Alfoquía. Actualmente se puede apreciar el camino de la antigua vía romana detrás de los restos de una antigua gasolinera. Este camino sigue la rambla que va a Cerro Limera ahí hay restos de las épocas anteriores.

Zurgena vivió otro momento de esplendor con la llegada del ferrocarril al Valle del Almanzora, en 1885. La estación de tren de Zurgena (se encuentra en la pedanía de La Alfoquía) fue durante alrededor de un siglo la más importante de la comarca y una de las más importantes de la provincia. Se conservan, gracias a una reciente rehabilitación, instalaciones ferroviarias como los almacenes, ahora vacíos y fuera de servicio, donde se depositaban todas las mercancías de los alrededores. De igual modo existían en las inmediaciones de la estación talleres para arreglar locomotoras y vagones.


Ermita del Calvario

Fue construida entre los años 1874 y 1878.
En ella se encuentra albergada la “Virgencica del Calvario”.

El hecho de construir la Ermita en dicho lugar, viene justificado porque la “Virgencica” se le apareció a un pastor en el montículo del Calvario. En la puerta de la Ermita se encuentra una placa en la cual se hace mención a la restauración que sufrió en la década de los 90, agradeciendo así a todos los participantes en dicha rehabilitación. Además de esta placa, encima de la puerta se encuentra una inscripción en la cual pone:” Virgencica del Calvario 1898-1998”. Dentro , en el altar, hay una talla de la “Virgencica del Calvario”, a un lado de ésta una talla del Señor y al otro lado el Sagrario. La nave se encuentra iluminada de forma natural por dos ventanales, situados a la altura del altar. Las dimensiones de la Ermita no son muy extensas, por lo que únicamente cuenta con cinco filas de bancos a cada lado. El último Domingo de cada mes se realiza una misa en la Ermita.

Iglesia Parroquial San Ramón Nonato

Fue en 1525 cuando el pueblo de Zurgena adquirió los privilegios de poseer Iglesia propia, la Iglesia Parroquial San Ramón Nonato, y así poder formar una parroquia, sin tener que pertenecer al pueblo de Huércal Overa como había hecho hasta ese momento.

La construcción de la parte vieja de la iglesia se llevo a cabo donde anteriormente había estado ubicada la mezquita, mientras para la construcción del resto de iglesia se utilizó terreno adyacente a la parte ya edificada. La obra se concluyó en 1560, aunque posteriormente ha sufrido reformas. Debido a las fechas en las cuales está enmarcada su construcción, podemos decir que está creada dentro del estilo Neomudejar.

Torre del Reloj de Zurgena

La que hoy conocemos como Torre del Reloj de Zurgena dispone de dos cuerpos de altura, siendo el primero de planta cuadrada, de 4,85 metros de lado y con algo más de 4 metros de altura, presentando dos escalones o retallos a diferente nivel. Sobre este cuerpo monta un segundo, de 4,50 metros de lado, con las esquinas fuertemente ochavadas.

La altura de la Torre del Reloj de Zurgena es de unos 7 metros y está cubierta por un tejado de teja árabe a ocho aguas, rematado por una veleta con las campanas electrificadas del reloj.

La Antigua Estación de Ferrocarril de Zurgena se encuentra ubicada en la barriada de La Alfoquía del pueblo de Zurgena. Se inauguró el 28 de marzo de 1885 y se cerró el 1 de enero de 1985.

Había tres tipos de trenes: el frutero, el correo y el mineral:

El frutero era un tren de mercancías que llevaba un vagón de tercera clase con asientos de madera. Todas las mañanas salía de Zurgena y regresaba al anochecer.

El correo era el tren encargado del reparto de la correspondencia . En la estación de Zurgena se hacía el reparto de correspondencia a empresas y particulares impacientes. Diariamente circulaban dos correos: el de Alicante-Granada por la mañana y el Granada-Alicante por la tarde.

El mineral también llamado "Yankis" por ser fabricados en USA, era el tren que transportaba mineral de hierro desde los cargaderos de Serón y Los Canos, hasta el Hornillo en Águilas. De las minas existentes en el municipio de Lubrín, llegaba en camiones mineral de hierro a la Estación de Zurgena. Basculaban la mercancía en el suelo , a pie del tren y un gran número de personas se encargaba de cargarlo en los vagones. Los obreros tenían como únicas herramientas de trabajo espuertas de esparto y rastrillos.

Hay diferentes utensilios de la vía férrea que aún se conservan como la garita del guardagujas, que servía de cobijo al guardagujas (persona que accionaba la aguja). La aguja: palanca que hacía moverse dos raíles con el fin de guiar el tren de una vía a otra.

Vícar, El, 102º de los 103 pueblos de Almeria.

 Vícar. Por orden alfabético el 102º de los 103 de la provincia de Almería.

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En mi reto de hacer los 103 pueblos de Almería en bici, hoy Vícar.

Ubicado en la falda sur de la Sierra de Gádor, este pueblo perteneciente a una de las comarcas más ricas de España (la mayor parte de su término municipal está dedicado a la agricultura intensiva de invernadero), está dividido en varios núcleos urbanos: Ví­car Viejo, la Puebla de Ví­car, la Gangosa, Cabanillas y LLanos de Ví­car. En el primero de ellos, que presenta rasgos de tipo alpujarreño, se encuentra su singular Iglesia.

Historia

Vícar, al igual que el resto de poblaciones del Poniente, Adra, El Ejido o Dalías, sirvió como lugar de asentamiento de pueblos romanos y árabes, que buscaron en las costas almerienses lugares para el desarrollo de su civilización, dentro del territorio peninsular.

La Comisión de Apeos, nombrada el 17 de febrero de 1573, declara una casa como bienes propios en el lugar de Vícar, además de otros de la Taha. La tasación que el albañil Francisco de Siles hizo del total de las casas de Vícar fue de 93.000 maravedíes. Cada suerte de repartimientos recibió una casa en Felix, otra en Enix y otra en Vícar.

De esos asentamientos en la Comarca del Poniente se sabe por los restos y hallazgos localizados en yacimientos arqueológicos de gran importancia. Su aparición como municipio en la historia se da en 1505, concretamente el 8 de diciembre, cuando los Reyes Católicos donan la localidad a Almería, por una Real Cédula, dada en Ecija (Sevilla). Junto a Vícar tambien se dona Enix y Felix "por juro de heredad para siempre jamás". Enix, Felix, Los Marchales de Antón López, Miralles y Roquetas conformarán la Taha de Felix.

El amojonamiento de ésta se realizó el 18 de septiembre de 1573 por mandato de Martín de Sorais. La rebelión de los moriscos en las Alpujarras, comarca limítrofe con Vícar y todo el Poniente, adquiere especial virulencia en la zona de Vícar y sobre todo en los alrededores como el Castillo y el Cerro de las Matanzas en Felix. La sofocación de esta revuelta fue llevada a cabo por el Marqués de los Vélez, que realizó esta labor en casi toda la provincia.

Tras la sofocación de la revuelta y posterior expulsión de los moriscos se procedió a su repoblamiento, según las normas dadas por el rey Felipe II, que se recogen en el Libro de Apeos de Felix.

EL MISTERIO DE UN NOMBRE

Enigmático resulta el nombre de Vícar-Bícar, transcrito tal cual de los primeros tiempos de la conquista castellana.

En Varrón encontramos el nombre prerromano de un envase vinario, conocido por baccar. Pero no parece ese el lugar adecuado donde poder buscar tan oscuro nombre, más cuando sabemos que la riqueza del Campo de Dalías romano eran el olivo y los cereales.

En árabe, tres palabras pueden haber servido de origen y denominación.

Una presenta un significado casi fabuloso, propio de un cuento oriental. Se dice que los árabes denominaban ‘abqar’ (leído bacar) a la tierra de donde procedían –o donde abundaban- los genios (yinn) y cuando consideraban especialmente bella alguna cosa o se maravillaban de su fuerza y su agudeza lo atribuían a aquella procedencia. Otra nos introduce por derroteros más prosaicos: bakîr, cuyo plural es bikâr, significaba para los granadinos “estival”, “cosa de estío”, “temprano”; en un sentido más alegórico, bakara o bakira sería “hacer alto en una aldea”, dejando a sus compañeros al aire libre o campo raso.

Puede también proceder del bajo latín, como dehesa boyal, toril, “lugar donde pastaba el ganado vacuno de un lugar”, como los “bacares” de nuestra geografía alpujarreña y el pueblo del mismo nombre de la Sierra de Filabres.

¿Cuál de estas palabras pudo servir como origen más probable de la población? Evidentemente la tercera, que hace referencia a la benignidad del clima, y la quinta, con la que pudo asociarse por su uso.

El Acueducto de Carcauz es un complejo hidráulico situado en la vertiente meridional de la Sierra de Gádor, sobre la rambla a la que da nombre, creado para transportar el agua desde los afloramientos de las partes altas del macizo montañoso hasta la llanura costera del Campo de Dalías, e irrigar las tierras de Casablanca y Cuerno toro, donde se han localizado sendas villae romanas, horizonte cultural al que cabe inscribirlo. El acueducto de Carcauz es un gran complejo hidráulico que integra a el Acueducto de los Veinte ojos, el Acueducto por rematar, el Arco de los Poyos y la Balsa del Molino.

Datos Históricos

El Campo de Dalías tuvo un fuerte poblamiento a partir de la conquista romana, no documentado en épocas anteriores, especialmente con su integración en época altoimperial a partir del siglo I d.C., formando parte del territorium de la civitas de Murgi. Además de su núcleo urbano, la propia Murgi, se encuentran otros grandes asentamientos como el vicus o aldea de Turaniana, el puerto de Guardias Viejas, así como toda una serie de asentamientos rurales dedicados principalmente a la producción de cereales y olivo, a las que también hay que sumar leguminosas o cultivos de huerta. El regadío aporta un suministro hídrico suplementario que aumenta la productividad de las cosechas, algo que debió ser fundamental en este perido histórico con el aumento de la población, ya que la Sierra de Gádor fue un gran foco minero, cuya producción se intensificó con la conquista romana. 

Los propios agrónomos latinos dictaron pautas en relación con el agua para el establecimiento de los grandes asentamientos rurales, para ellos era esencial que una villa contara con manantiales naturales o corrientes de agua en sus inmediaciones. La construcción del aquaeductus de la Rambla de Carcauz estaría en relación con el poblamiento situado al sur, cuando los desfiladeros de la rambla se abren a la llanura del Campo de Dalías, donde se ubican las mencionadas villae romanas, Casablanca y Cuernotoro. Tras la invasión musulmana, a partir de la fundación de la ciudad de Almería (955) y el establecimiento de las alquerías serranas de Felix y Enix, y de Vícar en el piedemonte, se iría expandiendo la red de acequias y las áreas irrigadas para el cultivo, siguiendo al escritor granadino Ibn al Jatib, que en el siglo XIV hace mención a los sistemas de riego impulsados por Jairán en el Campo de Dalías. En un momento posterior, la obra de ingeniería hidráulica destinada al riego sería aprovechada también para mover los molinos del paraje de Casablanca, en el que se instituyó un mayorazgo tras la rebelión morisca y finalmente un marquesado en 1712. 

Es precisamente el Memorial del Marqués de Casablanca (1804) otra de las fuentes que hablan de su antigüedad, junto con el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz, que al enumerar los límites de la Diócesis de Almería hace referencia "al acueducto romano por Casablanca". En una zona como la actual Almería, que el geógrafo latino Pomponio Mela caracterizaba por la penuaria aquarum, es fundamental el conocimiento y la protección de las estructuras de captación y distribución de agua que se han realizado a lo largo de los siglos, el Acueducto de Carcauz es uno de los complejos hidráulicos, con un origen más antiguo, mejor conservados en el Sur peninsular.

Iglesia de San Benito

La Iglesia-Fortaleza de San Benito, podría ser el edificio más interesante que posee Vícar, aunque sin dudas no es el único. Se trata de una estructura religiosa-bélica, construida con estilo mudéjar en 1559, durante el mandato del obispo de Almería Don Antonio Corrionero.

Quizá lo que más ha sufrido deterioro de toda la estructura, es la torre, debido a que era el centro de ataques durante las invasiones.

Puerta de Vícar

Se trata de uno de los sitios más pintorescos de Vícar, es un edificio contemporáneo cuya obra estuvo a cargo de los arquitectos José Eulogio Díaz y Salvador Cruz. Su particular belleza le ha hecho meritorio de varios galardones.

Calzada romana

A pocos kilómetros de la población se encuentra parte de una antigua calzada romana y junto a ella los bancos y el corazón metálico de la Ruta de los Miradores.

Miradores

Para admirar sus dos mares, el Mediterráneo y el Mar de Plástico, Vícar ha creado la Ruta de los Miradores que conforman Fuente del Tartel, La Pocica, La Paz, Vícar, Mar de Plástico y El Amor, presididos cada uno por un banco, acompañado de uno de un frase o leyenda alusiva a cada uno de ellos.


Viator, El, 101º de los 103 pueblos de Almeria.

 Viator. Por orden alfabético el 101º de los 103 de la provincia de Almería.

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En mi reto de hacer los 103 pueblos de Almería en bici, hoy Viator.

Pequeño municipio que se extiende desde las estribaciones de la Sierra Alhamilla hasta la margen izquierda del rí­o Andarax, en la comarca de Almerí­a y cuyo terreno es quebrado y montuoso, salvo en las orillas del rí­o, dedicadas a una rica agricultura de cí­tricos, hortalizas, uvas y cereales.

Historia.

Desde las estribaciones meridionales de sierra Alhamilla hasta la margen izquierda del río Andarax, a manera de cuña, se extiende el término de Viator. Su terreno es en gran parte montuoso, quebrado por un sinfín de barrancos y ramblas del Quemado, del Cocón, de las Terreiras de Almadiego, de Juan Gacha, de Medina, etc. y atravesado por numerosas cañadas y veredas, vestigio de antiguas rutas ganaderas.
Solamente en la ribera del río el suelo es llano y feraz, gracias a la acumulación de limos y tarquines, que los aluviones del río han ido depositando.Sus orígenes son un tanto oscuros y hasta su nombre indica más bien un lugar de tránsito, vía o camino, que un topónimo estructural o antroponímico. Efectivamente, por su ubicación parece que transcurría la calzada romana de Cástulo a Malaca, «Itinerario Antonino», antes de cruzar el río para seguir la línea costera. Por otro lado, es creencia que el topónimo Viator procede de Vía Turris, camino de la Torre, cortijada o pequeño caserío existente en sus proximidades, donde estaba el cortijo de Torreserena.

Pocos datos hay de este lugar de época musulmana. Sabemos, sin embargo, que, cuando los Reyes Católicos conquistan Almería en 1489, «la alquería de Viator» como a veces se la cita en el Libro del Repartimiento era un conjunto de heredades y huertas diseminadas por su vega, irregulares en su forma y tamaño, alineadas, en su mayoría, a ambos lados de la acequia y el camino.

Desde entonces permanecerá como un arrabal de Almería, iniciando el siglo XVI con una población de 155 habitantes, todos moriscos. Un hecho que avala un origen tardío, más cercano a la fundación de Almería (siglo X) que a la de los otros pueblos altos, es su sistema hidráulico. Del mismo modo que Almería, Alhadra y el Alquián, Viator no participaba del beneficio de las aguas de tandas del río de Almería, regando su vega sólo con las aguas sobrantes de éstas, las procedentes de norias y pozos que afloraban a poca profundidad, y las de las avenidas del río que introducían por las boqueras.

El 8 de agosto de 1689, los vecinos de Viator solicitan al señor protector de Real Población de Granada que se les repartiera el agua de las tandas del mismo modo que lo tenían los demás lugares del río, es decir, una hora de agua a cada 10 tahúllas de tierra, lo que se les concede por auto de 11 de abril de 1690, gozando desde entonces de 28 horas de agua, que eran las que correspondían a las 853 tahúllas y una cuarta de ti.

El aumento demográfico del siglo XVIII y la necesidad de nuevos aportes de agua para ampliar el cultivo empuja a los hacendados de Viator a contribuir en la construcción de la fuente de Pechina (1748) y en la de Benahadux (1780), participando en la primera con la sexta parte del importe de todas sus obras, lo que les reportará 14 horas de agua los viernes de cada semana. Después de la expulsión de los moriscos en 1568, el lugar de Viator queda despoblado. Tras la repoblación, sus iniciales 9 vecinos de 1587 se han ido multiplicando con el paso de los años. erra, que entonces tenía su vega.

"Iglesia de la Virgen de las Angustias"En 1835 tenía 319 vecinos, unas 1.276 almas; en 1850 son 1.400. Ya presenta una estructura urbana. Su hábitat lo constituyen unas 300 viviendas, la mitad de ellas cuevas, agrupadas alrededor de dos cerros conocidos como «la Cruz de Mayo» y «el Calvario», huyendo de esta manera de las violentas avenidas del río Andarax.

Cuenta ya por entonces Viator con la iglesia parroquial, que data de mediados del siglo XVIII. Esta iglesia la levantó el obispo de Almería don Claudio Sanz y Torres. Según cuentan, cada vez que cruzaba Viator hacia Alhamilla, donde también construyó el edificio de los Baños, llamaba su atención un pequeño cerro aislado en la llanura. Poco tiempo después allanó el terreno y en él edificó el camarín, donde colocó a la Virgen de las Angustias, que, según la tradición, estaba en el palacio episcopal.

La devoción de sus vecinos se centra también en la Virgen del Carmen, cuya ermita se sitúa en la plaza que lleva su nombre, a la entrada del pueblo según se viene de Almería. También es notable la veneración de la Santa Cruz de Mayo, custodiada en la ermita existente en el cerro de su nombre. Bajo el manto de la Virgen y al amparo de la Santa Cruz se cobijaron siempre sus vecinos, cuando la fuerza de las aguas del río arrasaba sus casas y sus campos, inundaciones periódicas y repetidas en 1853, 1855, 1871, 1888, 1891 y 1936, por citar algunas.

También en esta época tiene dos escuelas de instrucción primaria, donde acuden 90 niños y 35 niñas. A partir de estos momentos, Viator, al contrario de los demás pueblos del río, va a tener un crecimiento progresivo, determinado por diferentes factores.

Viator obtiene la segregación de Almería por real orden de 17 de diciembre de 1835. Sin embargo, la adjudicación de su término jurisdiccional no tendrá lugar hasta fines de siglo, tras un largo litigio con el ayuntamiento de Almería, el cual, por sentencia dictada el día 20 de noviembre de 1875 por la Audiencia de Granada, que absuelve a los de Viator de todas las demandas interpuestas, tiene que reconocer el derecho de Viator a su término jurisdiccional.

Desde época musulmana, sierra Alhamilla y, concretamente, el término de Viator que ahora se disputa, unas 400 fanegas de tierra en la Hoya del Jul, fue lugar de pastos y ruta ganadera de los rebaños, en la trashumancia periódica que existía desde el interior, Campo de Tabernas y Marchena, a la zona costera de los llanos del Alquián. Testimonio de ellas es la llamada Cuesta de las Vacas, que se prolonga por el camino del aljibe del Salvador, y otros aljibes, abrevaderos de ganado, que se hallaban por estos entornos, como el aljibe Mazorque y el aljibe Hundido.

Era, por tanto, zona de pastos y leñas que producía unos ingresos importantes a los propios de la ciudad, sin olvidar el esparto, importante producto de exportación desde el siglo XVI, que en el XIX adquiere un auge espectacular.
La base económica de Viator desde época musulmana, como en los demás lugares del río, consistía en la agricultura de regadío. En el repartimiento de 1492 se cuentan: 1.189 olivos, 1.549 árboles frutales, 91 morales, más de 16 tahúllas de parral y 261,25 tahúllas de tierra blanca dedicadas a cereales y hortalizas. El 8 de agosto de 1689, los vecinos de Viator solicitan al señor protector de Real Población de Granada que se les repartiera el agua de las tandas del mismo modo que lo tenían los demás lugares del río, es decir, una hora de agua a cada 10 tahúllas de tierra, lo que se les concede por auto de 11 de abril de 1690, gozando desde entonces de 28 horas de agua, que eran las que correspondían a las 853 tahúllas y una cuarta de ti.

El aumento demográfico del siglo XVIII y la necesidad de nuevos aportes de agua para ampliar el cultivo empuja a los hacendados de Viator a contribuir en la construcción de la fuente de Pechina (1748) y en la de Benahadux (1780), participando en la primera con la sexta parte del importe de todas sus obras, lo que les reportará 14 horas de agua los viernes de cada semana. Después de la expulsión de los moriscos en 1568, el lugar de Viator queda despoblado. Tras la repoblación, sus iniciales 9 vecinos de 1587 se han ido multiplicando con el paso de los años. erra, que entonces tenía su vega.

El aumento demográfico del siglo XVIII y la necesidad de nuevos aportes de agua para ampliar el cultivo empuja a los hacendados de Viator a contribuir en la construcción de la fuente de Pechina (1748) y en la de Benahadux (1780), participando en la primera con la sexta parte del importe de todas sus obras, lo que les reportará 14 horas de agua los viernes de cada semana. Después de la expulsión de los moriscos en 1568, el lugar de Viator queda despoblado. Tras la repoblación, sus iniciales 9 vecinos de 1587 se han ido multiplicando con el paso de los años.
Su evolución es también similar a los demás lugares. En la segunda mitad del siglo XIX hay un rápido aumento demográfico, se dobla su población, en el año 1900 alcanza los 2.093 habitantes, al mismo tiempo que se experimenta un gran auge económico con la introducción de la parra, siendo de gran importancia la exportación de uva. Sus principales fuentes de producción, hasta estos años, eran, por tanto, las ligadas al sector primario, industrias artesanales de transformación de productos agrícolas, alguna pequeña explotación ganadera de vacuno, lanar y cabrío y la explotación de sus montes: caza, leña y esparto.Nuevas actividades se inician por estos años. De 1870 a 1890, la fiebre minera, general en la provincia, también se extiende a Viator, registrándose varios cotos de mineral de plomo en sierra Alhamilla, la mina San Felipe de la Sociedad «La Tertulia» y Los Compadres en el cerro de Huebro.

De nuevo, la inquietud en temas de aguas los lleva a construir una fuente propia en 1865. La fuente de Viator, a diferencia de las otras del río, constituye una comunidad de carácter privado, sus aguas no van a estar sujetas a la jurisdicción del Sindicato de Riegos de Almería, aunque utilice los cauces de las tierras apeadas, lo que les permite la venta de estas aguas.
La construcción, un poco más tarde, del Cauce de la Buena Unión, también privado, favoreció la puesta en cultivo de más de 6.000 tahúllas de tierra en el Alquián. Para esparcimiento de sus vecinos, dos hermanos, de ilustre memoria, don Juan y don Manuel García Sánchez, secretarios del Ayuntamiento y del Juzgado municipal, respectivamente, fundan una banda de música que, con gran satisfacción del vecindario, desfiló por sus calles por primera vez el 6 de junio de 1881, día del Corpus Christi. Más tarde se hará cargo de ella don Serafín Abad Roba, sacerdote, quien llegó a ser organista primero de la Catedral de Almería.
La entrada en el siglo XX, marcada en Almería por el descenso demográfico y económico, consiguiente a la crisis de la minería y de la exportación de uva, no va a afectar a Viator de modo significativo. Aunque registra una fuerte emigración desde 1901 hasta 1972, especialmente hacia Barcelona, Francia y Alemania, su población continúa con un ligero crecimiento. En 1950 tiene ya 2.476 habitantes. Factor determinante del equilibrio demográfico en estos años difíciles es, sin duda, el emplazamiento en su término del campamento Alvarez de Sotomayor. Esta instalación militar va a ocupar gran parte de la actividad de las gentes de Viator, especialmente en el sector servicios.
Hacia los años veinte comienza a levantarse el campamento de Viator, con la finalidad de preparar tropas para la defensa del Protectorado de Africa, especialmente de la zona de Melilla, tras los sangrientos encuentros del Barranco del Lobo y del Gurugú (1909), en el Rif marroquí. La zona de Viator se presenta como la más idónea, dada la proximidad de la costa de Africa, eligiéndose para ello los descampados de los anejos de la Hoya de Góngora y de la terrerica del Padre Diego, lugar de donde los lugareños cuentan hechos espeluznantes ocurridos a altas horas de la noche. Allí se instaló en primer lugar el Regimiento de la Corona, luego el de Nápoles, siguió un batallón de maniobras y el CIR: Centro de Instrucción de Reclutas de la 9.ª Región militar y de la guarnición de Melilla.
Actualmente se ha disuelto la última unidad llamada de Reserva a favor de la Legión. Hoy Viator y su principal anejo La Juaida presentan un desarrollo extraordinario. La agricultura, su tradicional fuente de producción, aunque con menos intensidad, sigue ocupando un lugar importante.

Según el censo agrario de 1989, tenía 272 explotaciones, en las que continúa predominando la pequeña propiedad, inferior a 5 tahúllas, en más del 80 por 100. Su producción: naranjas, hortalizas, uvas, cebada, centeno, avena, abastece el mercado local y el de la ciudad de Almería.
Pero ha sido sobre todo hacia la pequeña industria y al sector de servicios hacia donde se ha orientado el crecimiento de este pueblo, en estrecha relación con su proximidad a la ciudad de Almería; muestra de ello es que en 1994 su número de habitantes ascendía a 2.922, mientras que las personas ocupadas eran más de 7.000. .

La reciente instalación en el campamento Alvarez de Sotomayor de la Brigada Legionaria, unidad de elite de nuestro Ejército, unida a la proyectada profesionalización de nuestras Fuerzas Armadas, permiten prever un progreso aún mayor del sector servicios, que sin duda redundará económicamente con efectos beneficiosos en la localidad.

Vera, El, 100º de los 103 pueblos de Almeria.

 Vera. Por orden alfabético el 100º de los 103 de la provincia de Almería.

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En mi reto de hacer los 103 pueblos de Almería en bici, hoy Vera.

Ciudad antigua, Vera está situada en el levante almeriense, muy cerca de la costa y por donde extiende parte de su término. Dentro de su estructura urbana ha sabido conservar la historia compaginándola con un desarrollo urbaní­stico más moderno.

Cuenta con un buen número de edificios y puntos de interés como el Ayuntamiento, el Museo Histórico, la Iglesia de la Encarnación, construida con aspecto de fortaleza para protegerse de las invasiones piratas, casas señoriales y viviendas burguesas construidas en los momentos de auge económico.

En la actualidad, aunque no está en primera lí­nea de playa, su actividad más importante es el turismo, con una magní­fica oferta en instalaciones e infraestructuras de primer nivel.

Historia.

La tierra de Vera fue poblada desde tiempos remotos encontrándose vestigios materiales desde el Paleolítico y el Neolítico, hace seis mil años; pasando por la Edad del Cobre y la Edad del Bronce, con culturas tan conocidas en el panorama arqueológico europeo, como Los Millares y El Argar respectivamente, que comenzaron a explotar los ricos minerales metalíferos de la región. Los cartagineses continuaron las explotaciones mineras y fundaron la ciudad de Baria hacia el siglo VI a.C., cerca de Villaricos.

La ocupación romana nos ha dejado abundantes testimonios de sus poblaciones y villas, como los que se encuentran en el paraje del Roceipón, cerca de la ermita de la virgen de las Huertas.

En la Edad Media, la anterior población de Baria, debido a la crisis de la minería y a la inseguridad de una tierra fronteriza, se replegó al interior asentándose sobre una elevación (cerro del Espíritu Santo, conocida como Bayra). Son los tiempos de la ocupación musulmana que, durante el siglo XV, mantuvo diversas escaramuzas con los cristianos de Lorca.

La situación estratégica de las tierras de Vera dentro del reino de Granada, llevó a Fernando El Católico en la primavera de 1488 a penetrar en la comarca en su avance para controlar el Reino. Sin serios intentos de resistencia, el alcalde de Vera, Malique Alabez, hace entrega de la Ciudad al Rey Fernando, el 10 de Junio de 1488. El ejército cristiano planta sus reales en las inmediaciones de Vera (conocido dicho lugar como El Real) y allí acudirán a prestar juramento de fidelidad los moros de las poblaciones de las comarca.
Vera quedó vinculada a la Corona como ciudad de realengo, y en 1494, los reyes Católicos concedieron los Fueros y Privilegios de la ciudad.

El 9 de Noviembre de 1518, un terremoto extraordinariamente violento devasta por completo la ciudad asentada sobre la colina del Espíritu Santo, quedando tan asolada que se reconstruye una ciudad nueva, en un llano cercano a la anterior. La nueva ciudad se edificó con planta cuadrada, cerrada con muros de tapial guarnecidos por ocho torres con almenas y troneras y comunicada con el exterior por dos puertas. En el centro se edificó la iglesia Parroquial que servía de fortaleza para defensa de los vecinos.

Los siglos XVI y XVII son tiempos difíciles para Vera. Las sublevaciones de los moriscos y las incursiones berberiscas provocan la inseguridad y las penurias en la región hasta la expulsión de los moriscos.

Los intentos de modernización y progreso durante el siglo XVIII, se traducen en Vera con la creación de la Sociedad de Amigos del País (la segunda que se crea en Andalucía y la cuarta en España), que trató de fomentar la industria popular, especialmente la manufacturación del esparto. No se consiguen los objetivos de desarrollo económico y, durante la primera mitad del S. XIX se viven tiempos de crisis debidos a las epidemias, la guerra contra los franceses y la posterior represión absolutista.

El descubrimiento del filón de plomo argentífero en Sierra Almagrera, así como la actividad minera desarrollada en los alrededores, llevará a un crecimiento económico muy importante en toda la comarca, acompañado de un gran incremento de la población. Destacando el empresario minero Ramón Orozco, impulsor de la minería en esta zona de Levante. A la pujanza minera le acompaña un importante desarrollo agrícola, siendo esta zona donde primero se introdujeron los cultivos de naranjos.

La crisis minera y el declive de la agricultura tradicional produjeron descenso de la población hasta los años 70, en que se comienza a desarrollar la actividad turística ante el gran atractivo de estas tierras para el relax y la calidad de vida, el carácter amable y hospitalidad de sus gentes, el legado patrimonial, cultural y monumental, así como, por su gastronomía, sus fiestas y su privilegiado clima durante todo el año.

Siglo XVIII. La Vera Ilustrada

El reformismo borbónico fue impotente para poner al país en el camino de la modernización y el progreso. Las Sociedades de Amigos del País fueron, a partir de Carlos III, las impulsoras de estos intentos renovadores. Vera tiene a gala ser la cuna de la segunda Sociedad que solicita la aprobación de sus estatutos en Andalucía y la cuarta de España. Sus estatutos se aprobaron el 10 de junio de 1776.

Desde un principio, la Sociedad contó con un elevado número de socios, clérigos y legos, que representaban no sólo a Vera, sino también a Vélez Rubio, Mojácar, Almería, Lorca, Vélez Blanco, Antas, Sorbas, Turre, Cuevas, Lubrín y Bédar. Se organizó en distintas comisiones que trabajaron para fomentar la industria popular, que se centraron en las posibilidades de la manufactura del esparto, la agricultura, el comercio, la educación, la beneficencia, la pesquería... Asimismo contó con el apoyo real imprescindible, que se plasmaría en la real orden de Carlos III, mandando a los Propios otorgar un préstamo de 30.000 reales en 1776, para reintegrarlos sin intereses en el plazo de seis años.

A los pocos años de su instalación, la actividad de la Sociedad empieza a decaer, sobre todo agobiados por la obligación de tener que devolver el préstamo a los Propios. Sin embargo, con un gran esfuerzo por parte de los ilustrados veratenses, la Sociedad logró vivir hasta 1808. En 1816 volverá a haber un intento de revivirla sobre bases nuevas, pero la Sociedad ya había llegado a su fin.


En la segunda mitad del siglo XVIII el reflejo de un crecimiento económico y demográfico resulta apreciable en el desarrollo urbanístico de la ciudad, tanto por el Norte como por el Sur. A finales de los años 60 se parcela una finca entre los caminos de Cuevas y Antas, teniendo como eje la Calle de la Zanja.

A finales de los años 80 será la zona del Barrio de Jesús, junto al Camino del Mar, la que se desarrollará para engrandecimiento del trazado urbano. En el hinterland rural también se aprecian progresos demográficos; es de estas fechas la gran ocupación humana de Sierra Cabrera, en la jurisdicción de Vera.

Siglo XX. De la decadencia al resurgimiento

A principios del siglo XX, la crisis minera y el declive de la agricultura tradicional, produjeron un aumento de la emigración, que como fenómeno generalizado llegó a extenderse hasta 1970. A finales del siglo XIX el destino de los emigrantes era Argelia y, a principios del siglo XX, Argentina y otros países americanos; en los años 50-60 Barcelona, Francia, Alemania y Suiza son receptores de la mayor parte de la población veratense.

Recientemente, en distintos puntos de la provincia, y Vera entre ellos, se perciben signos esperanzadores de desarrollo, de la mano del crecimiento del turismo, en unos casos, y de los progresos de la moderna agricultura intensiva, en otros. En los últimos años hemos visto crecer núcleos costeros de población importantes como Puerto Rey, Pueblo Laguna, Las Marinas o El Playazo. Asimismo la agricultura está viendo modernizar sus instalaciones en un intento de mejorar el aprovechamiento de un recurso imprescindible, y hasta ahora escaso, como es el agua. Las opciones de desarrollo parecen decantarse así hacia la potenciación del turismo y el crecimiento de una agricultura avanzada. Los progresos realizados en el terreno de las infraestructuras, construcción de la presa del Almanzora, de la autovía del Levante y el tren de alta velocidad (AVE), colocan a Vera y a la comarca en una interesante expectativa de desarrollo económico.


Vélez-Rubio, El, 99º de los 103 pueblos de Almeria.

 Vélez-Rubio. Por orden alfabético el 99º de los 103 de la provincia de Almería.

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En mi reto de hacer los 103 pueblos de Almería en bici, hoy Vélez-Rubio.

Municipio capital de la comarca de los Vélez y situado al norte de la provincia, en el lí­mite con la provincia de Murcia. En su término se puede pasar desde el fondo de las ramblas a los llanos y lomas, y desde éstas a los escarpes y grandes alturas. Está incluido en el incluido en el Parque Natural de la Sierra de Marí­a-Los Vélez, caracterizado por su clima mediterráneo continental, por sus montañas agrestes de materiales calizos y dolomí­ticos, por sus masas forestales de pinares y encinas, y por la riqueza arqueológica de sus yacimientos y cuevas.

El pueblo, asentado sobre una colina rodeada de vega, es un conjunto de varios estilos y orí­genes, según el momento histórico de la población. Lo más representativo corresponde a los Siglos XVIII y XIX, coincidiendo con los momentos de auge económico: la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, Monumento Histórico-Artí­stico; la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen; y un buen número de edificios que forman parte de la arquitectura doméstica: mansiones señoriales, viviendas de grandes propietarios y viviendas modernistas. Todo ello produce un conjunto de enorme interés arquitectónico.

Historia.

La primera recopilación de algunos datos referentes a la prehistoria nos la ofrece Rubio de la Serna en 1900, en su libro «Monografía de la Villa de Vélez-Rubio y su comarca». En ella señala los descubrimientos de algunas hachas de piedra, generalmente de diorita y algunas puntas de flecha de pedernal. Estas notas son recogidas y ampliadas por Palanques Ayén en su «Historia de Vélez-Rubio» escrita en 1909. Por aquel entonces escribía Rubio de la Serna con respecto a las hachas de piedra: «Conocida es la opinión, especie de superstición, que atribuye a aquellas piedras un origen atmosférico o meteórico, creyendolas exhalaciones caídas durante una tempestad; y de aquí el denominarlas centellas o piedras de rayo, de relámpago y de trueno». Afortunadamente, desde entonces, la arqueología ha evolucionado y hoy nos permite acercanos al estudio de nuestra prehistoria de una manera más racional.

Dado que no podemos extendernos en demasía, señalaremos algunos de los aspectos más interesantes de la reciente investigación. En el término municipal se conocen en la actualidad yacimientos arqueológicos que nos permiten afirmar que desde hace más de treinta mil años estas tierras estuvieron ocupadas por el hombre, explotanto sus recursos, prácticando la caza y la recolección. Faltan testimonios del Paleolítico superior que, sin embargo, está muy bien representado en la cercana Cueva de Ambrosio (Vélez Blanco).

Pero sí se han localizado yacimientos del Neolítico, en los momentos en los que ya se practica una economía de producción y se había sedentarizado la población. La excavación del Cerro de Los López, realizada en 1986, permitió conocer cómo eran las cabañas de aquellos momentos. Realizadas con zócalos de piedra y con paredes formalizadas con postes de madera, cañizo y cuerdas, recubiertas de arcilla y con un hogar central. La cerámica, la industria lítica y los restos de fauna nos permiten asegurar que ya se practicaba la agricultura y se dominaba la domesticación de los animales, aunque todavía se seguía cazando.

La gran sepultura megalítica nos habla también del enterramiento colectivo de sus muertos, en un ritual cargado de simbolismo del que aún se nos escapan importantes aspectos.Hacia la mitad del tercer milenio (2500 antes de nuestra era), se produce un incremento de población, a juzgar por los yacimientos documentados en la Edad del Cobre, cuando el hombre empieza a dominar los primeros trabajos metalúrgicos.Algunos yacimientos, como el Cerro Redondo, se localizan en la próximidad de las brechas de malaquita del Cerro de las Minas. Otros, como el de Venta Picolo, excavado con motivo de la realización de la autovía, han aportado importante documentación sobre la organización de los poblados en esta etapa.También son numerosas las evidencias de la ocupación en la Edad del Bronce, encontrándonos frente a un vacío poblacional en la etapa ibérica. Por su parte, la romanización está muy bien documentada, tanto a través de las fuentes, con el paso de la Vía Augusta, recogida en el Itinerario Antonino, de la que han aparecido miliarios en la Rambla de Chirivel y en las faldas de la Sierra de las Estancias, como por las evidencias de población dispersa documentada en las prospecciones arqueológicas y la excavación del cercano yacimiento de El Villar (Chirivel).

También son numerosas las evidencias de la ocupación en la Edad del Bronce, encontrándonos frente a un vacío poblacional en la etapa ibérica. Por su parte, la romanización está muy bien documentada, tanto a través de las fuentes, con el paso de la Vía Augusta, recogida en el Itinerario Antonino, de la que han aparecido miliarios en la Rambla de Chirivel y en las faldas de la Sierra de las Estancias, como por las evidencias de población dispersa documentada en las prospecciones arqueológicas y la excavación del cercano yacimiento de El Villar (Chirivel).

Son numerosos los enterramientos tardorromanos localizados en el término municipal. Tangencial al actual núcleo urbano en las Peñicas, se descubrió, en 1986, un sillar y un fragmento de fuste decorado perteneciente a una iglesia visigoda cuya ubicación no debió de estar muy lejos. Sin embargo, las evidencias materiales más tangibles del paso de la historia son las grandes construcciones, fortalezas y torres, correspondientes a la etapa musulmana. Dominando la vega, la fortaleza de Velad Al-Hamar (El Castellón), centro neuralgico de la población hasta final del siglo XV. Vigilando las tierras fronterizas, la Atalaya del Charche y la de Fuente Alegre, componentes fundamentales del sistema de vigilancia de la frontera nazarí.Como señalábamos anteriormente, a final del siglo XV, con la caída del reino nazarí y la nueva ocupación del territorio, se abandona el asentamiento de El Castellón y se desarrolla la primera trama urbana del actual núcleo de Vélez Rubio. Comienza así la historia un casco urbano que camina hacia la declaración de Conjunto Histórico Artístico.

Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación
Domina la geografía urbana. Levantada entre 1573 y 1768 de acuerdo a los planos de Fray Pedro de San Agustín, un monje jerónimo perteneciente al monasterio de San Pedro de La Ñora (Murcia). Sus extraordinarias dimensiones la convierten en el edificio más emblemático del paisaje urbano. El alto valor arquitectónico y escultórico de sus fachadas laterales y central refleja la grandiosidad que después veremos en el interior, con un retablo tallado realizado por Francisco Zesta (1769-1777), que quedó sin dorar. En la portada resalta el escudo de la Casa del Marqués de los Vélez y la Anunciación. Está flanqueada por dos torres cuadradas que alcanzan los 37 metros de altura, rematadas por cuerpos octogonales. El interior es de planta latina, con una gran cúpula y posee un órgano realizado por Gregorio Denoyen en 1796. Sin duda, nos encontramos ante el monumento más destacado del «Barroco Almeriense». Fue declarada Monumento Histórico Artístico con carácter nacional en 1981. Recientemente, en 1996, la iniciativa de la Revista Velezana ha puesto en la calle una magnífica monografía, con texto de las profesoras Nicolás Martínez y Torres Fernández y fotografías de Alberto Bañón, que acercan al lector de manera rigurosa y amena a sus particularidades y valores. Desde aquí la recomendamos a todos aquellos que quieran introducirse en un conocimiento más exhaustivo de la misma.


Vélez Rubio urbano
Asentado sobre una colina rodeada de vega, pronto se articuló en torno a la primitiva iglesia de San Pedro, construida en 1515, en la inmediatez de la pequeña fortaleza de El Castillico. Se genera así, durante los siglos XVI y XVII la primitiva zona cristiano-castellana, en torno a la Iglesia, el Castillico, el Concejo y el Pósito.En 1751, un terremoto dañó seriamente la construcción de San Pedro, que ante su estado ruinoso fue demolida, levantándose en su lugar la actual iglesia de la Encarnación. Palanques Ayén (1909) rememoraba así el suceso: «4 de Marzo de 1751 (...) Ocurrió entre dos y dos y media de la tarde, y fue de tal intensidad que sus efectos dejáronse sentir en casi todos los edificios de la población, muchos de los cuales quedaron en estado tan ruinoso que hubieron de ser totalmente demolidos y reedificados de nuevo. (...) Aquella tremenda sacudida geológica imprimió tan fuertes oscilaciones a la torre de la iglesia de San Pedro, que las campanas doblaron por sí solas largo rato, como si fuesen volteadas a media pino o impulsadas por una mano misteriosa, según testimonios de la época».Será durante los siglos XVIII y XIX cuando se produzca el mayor desarrollo urbano, apareciendo grandes vías, como la Carrera del Carmen, el Carril, o la Carrera de San Francisco. Lógicamente, a esta etapa corresponden los edificios y viviendas más representativos del municipio, de los que ahora reseñamos algunos.

Iglesia de Nuestra Señora del Carmen
Su posición le da nombre a uno de los ejes principales del municipio, la Carrera del Carmen. Su construcción se realiza entre 1617 y 1628. Presenta una portada barroca y un retablo de la época, aunque ha sufrido añadidos posteriores. Durante los últimos años ha permanecido apuntalada, debido a sus deficiencias estructurales, hasta que la reciente intervención de restauración realizada por la Consejería de Cultura ha permitido reponer totalmente la cubierta y consolidar la obra. Precisamente con motivo de estas obras, cuando se levantó la cubierta pude observar con sorpresa cómo la Iglesia se había realizado en el interior de un edificio que ya exístia, de planta rectangular y realizado con muros de tapial. Es decir, la iglesia del Carmen no se levantó de nueva planta, simplemente se incorporaron las bóvedas y cúpula a una estructura rectangular ya existente, cuya funcionalidad anterior desconocemos. Otros edificios singulares de carácter religioso son la iglesia de San José, antigua tercia de granos de la casa señorial adosada a la vivienda del administrador del Marqués y reconvertida en capilla hacia 1888; y la iglesia del Convento de María Inmaculada, anexa al propio convento y construida en los primeros años del siglo XVII. Destaca su torre, con resabios mudéjares. Actualmente nos encontramos con un vacío clamoroso en el lugar de su retablo barroco, puesto que éste fue desmontado en la década de los 70, conservándose algunas columnas salomónicas en una de sus naves.

En cuanto a los edificios civiles, destacaremos el Hospital Real, un edificio sólido adosado a la iglesia del Carmen, construido en 1765, de estilo barroco, con empleo del ladrillo y cajones de yeso blanco. Entre 1988 y 1991 se rehabilitó, siendo en la actualidad la sede del Museo de Arqueología «Miguel Guirao». Otro edificio singular encontramos en el barrio de El Fatín, se trata de la Almazara de aceite, probablemente la antigua tercia de la casa marquesal, construida, al igual que el anterior, con ladrillo y paños blancos. En la puerta presenta el escudo nobiliario. Actualmente sigue funcionando como almazara. Destacaremos también el Palacio de las catequistas, antes Casa del Administrador del Marqués. Su origen se remonta al siglo XVIII y, aunque ha sido sometido a algunas reformas, conserva el patio y el claustro. Por último, señalaremos el Ayuntamiento, que, construido en 1732, hoy sólo conserva de su obra original la fachada barroca, debido a una importante remodelación que ha afectado además a todo el entorno, y que ha permitido dejar exenta la iglesia.

Por otra parte, en la arquitectura doméstica velezana encontramos un patrimonio rico, que se puede agrupar a grandes rasgos en tres grupos. El de las mansiones señoriales de clara influencia barroca, construidas entre los siglos XVII-XVIII y comienzos del XIX. Las viviendas de grandes propietarios, realizadas a partir del XIX hasta el XX, y las viviendas de tipo historicista-modernista, construidas en los primeros años del siglo XX. Ante la importancia de su patrimonio, Vélez Rubio cuenta hoy día con un Plan Especial de Protección del Casco Histórico, único caso en toda la provincia almeriense. Este hecho, evidentemente, está incidiendo en la mejora reglada de todo su conjunto, posibilitando la unificación de sus construcciones, mejorando con el respeto a los entornos y recuperando unos espacios urbanos que permiten valorar adecuadamente sus particularidades. Se supera así una etapa cuyo legado más infortunado se materializó en un edificio de diez plantas de altura en las inmediaciones de la iglesia. En la Revista Velezana, publicación anual de carácter comarcal que ya cuenta con quince números, se pueden encontrar numerosos trabajos que enriquecen la visión del patrimonio arqueológico, histórico, artístico y urbano de este municipio.

Vélez-Blanco, El, 98º de los 103 pueblos de Almeria.

 Vélez-Blanco. Por orden alfabético el 98º de los 103 de la provincia de Almería.

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En mi reto de hacer los 103 pueblos de Almería en bici, hoy Vélez-Blanco.

Municipio situado al norte de la provincia, en la comarca de los Vélez, incluido en el Parque Natural de la Sierra de Marí­a-Los Vélez, caracterizado por su clima mediterráneo continental, por sus montañas agrestes de materiales calizos y dolomí­ticos, por sus masas forestales de pinares y encinas, y por la riqueza arqueológica de sus yacimientos y cuevas como lo demuestran la existencia en este municipio de la Cueva de Ambrosio, importante yacimiento del Neolí­tico, las pinturas rupestres de los abrigos de Santonge, de los Calares de Leria, la de Gabar y sobre todo la Cueva de los Letreros, declarada Monumento Nacional, y donde se encuentra la pintura que se ha convertido en el sí­mbolo de Almería: el Indalo.

Además de esta impresionante riqueza, cuenta el pueblo con una estructura urbana heredada de la época árabe, muy bien conservada y cuidada, que se corresponde con la belleza de todo el conjunto, presidido por el impresionante Castillo renacentista de Vélez-Blanco, del que sólo queda la parte exterior pues la ornamentación interior fue vendida por sus propietarios a un anticuario francés en 1903.

Historia

El territorio que constituye el actual municipio de Vélez Blanco presenta un hábitat continuado desde la prehistoria hasta nuestros días, sucediéndose en él las diversas culturas que, desde el Paleolítico, han caracterizado la evolución histórica del Sudeste peninsular. Tres factores básicos han influido en el desarrollo de este importante y continuado poblamiento: el ser zona de comunicación entre el Sur y el Levante peninsular; la abundancia y bondad de sus aguas, y los recursos forestales, de caza y agropecuarios que siempre ha poseído. Los valles de los ríos y barrancos que configuran una de las cabeceras del río Segura hacia el Este, y del Guadalquivir hacia el Oeste han favorecido desde los tiempos prehistóricos, la penetración de gentes y de culturas, y la comunicación entre las zonas murcianas y levantinas y las andaluzas.

Las aguas han sido, sin lugar a duda, otro de los factores impulsores de este importante poblamiento, pues permitieron desde los primeros momentos una agricultura de regadío en las inmediaciones de las fuentes y arroyos, y alcanzó un auge peculiar durante el período árabe, con el trazado de la red de acequias que regaba la fértil vega de Vélez Blanco y que se mantiene aún en la actualidad.

Los recursos naturales disponibles han sido, por último, el otro factor importante en el desarrollo de su historia. La riqueza forestal de monte alto con pinares y encinares y de monte bajo con sus plantas aromáticas, esparto, etc., es reconocida en casi todos los períodos históricos. De los bosques se ha utilizado la leña para la construcción y el fuego, la caza, la bellota para el engorde de los cerdos, el esparto para instrumentos de trabajo (sogas, serones, aguaderas, capazos, cestas, etc.), para el calzado (esparteñas), o como parte del mobiliario (esteras, murales, asientos, etc.), además de las esencias extraídas de las hierbas aromáticas, o la riquísima miel mencionada en tantos textos desde la época árabe.

También hay que señalar la importancia de la agricultura de secano, que constituye la mayor parte del territorio en explotación. Los altiplanos de Topares, la Hoya del Marqués y la zona de Las Juntas o el Alcaide, entre otras, han sido explotadas desde el mundo antiguo hasta hoy. Por último la ganadería ha sido otra pieza clave en el desarrollo histórico, desde la abundancia de fauna que pastaba en las inmediaciones de los ríos y arroyos, puesta de relieve en las pinturas rupestres, hasta la constitución de grandes rebaños en el mundo medieval y moderno y en la actualidad. Durante la Edad Moderna, los señores de ganado vendían la lana a los genoveses afincados en Huéscar (Granada) para su exportación a través del puerto de Cartagena.Destaca la calidad de la raza del cordero segureño.

Las piezas de piedra tallada señalan la presencia de estos primeros pobladores que subsistirían gracias a la recolección de recursos naturales propios de la zona, la caza y la pesca.

Dentro del Paleolítico, la etapa mejor conocida es la del Paleolítico superior, a partir, sobre todo, del yacimiento de Cueva de Ambrosio. El momento estudiado de forma más detallada corresponde a tres fases del Solutrense, entre 23.000 y 16.000 años antes de nuestra era. La industria lítica localizada, como puntas de muesca, puntas de aleta, de pedúnculo, de laurel, buriles y raederas constituyen algunos de los primeros instrumentos de trabajo que se fabricaron y repararon en ese abrigo.


El Neolítico vuelve a estar representado en Cueva de Ambrosio aportando las primeras cerámicas que se elaboraron en esta tierra, teniendo en cuenta que ya se ha iniciado la agricultura, y con ella el cultivo de los cereales y el control de los rebaños.

Las últimas fases de la prehistoria, conocidas como de los metales, es decir, las que corresponden al cobre y el bronce, están marcadas por una considerable ampliación del territorio ocupado, al menos el conocido por nosotros, y con una mayor utilización de los recursos ganaderos, agrícolas y mineros. En esta fase comienzan a detectarse los poblados, que ocupan las cimas de cerros de mediana altura, bien comunicados, con buena visibilidad, a veces fortificados y próximos a los ríos donde podían desarrollar su actividad pastoril y agrícola, y en algún caso metalúrgica.

Las pinturas rupestres constituyen uno de los aspectos más conocidos y significativos de los pobladores prehistóricos de Vélez Blanco. Estudiadas desde principios de siglo por Federico de Motos, el abateBreuil y el profesor Hugo Obermaier, no han dejado de ser objeto de estudio y de nuevos descubrimientos hasta la actualidad (www.arterupestre.net). Las pinturas rupestres de Vélez Blanco se extienden por buena parte de los abrigos de todo el municipio, si bien los dos núcleos fundamentales lo constituyen el área en torno a los arroyos del río Caramel-Alcaide y la de los Maimones, junto al núcleo de Vélez Blanco.

Entre el primer grupo destacan los abrigos del estrecho de Santonge, con representaciones de ciervos, líneas onduladas que simbolizan el agua, rayitas verticales que podrían simbolizar la lluvia, y las de los Calares de Leria, con representaciones de animales y figuras humanas, o la Cueva del Gabar. En el segundo grupo destaca la singular Cueva de Los Letreros, declarada monumento nacional. Este abrigo se encuentra en las faldas del Maimón, próximo al manantial de la Fuente de los Molinos, donde se han localizado restos de materiales de diversas épocas prehistóricas. En sus paredes reúne un grupo considerable de representaciones seminaturalistas y esquemáticas, con una gran variedad y riqueza de tipos.

El poblamiento ibero-romano
Las primeras manifestaciones del mundo ibérico en este municipio corresponden, precisamente, a la etapa de formación del mismo entre los siglos VI y VII cuando se perciben las influencias coloniales fenicias a través del Sudeste o del foco tartésico del Sur peninsular. Los poblados ibéricos de Vélez Blanco son de mediano o pequeño tamaño y se localizan en cerros de mediana altura, con cierta capacidad defensiva, buena visibilidad, bien comunicados, junto a ríos o abundantes manantiales de agua, y con buenas tierras para el cultivo en sus inmediaciones. Su ubicación geográfica tiene un valor estratégico para el control del territorio.

De nuevo son las tierras próximas al río Caramel-Alcaide, tributario del Guadalentín, las que reciben dichas influencias y donde se configurará uno de los poblados que une la tradición de los últimos momentos del Bronce final con los primeros momentos del iberismo.

De la etapa ibérica, aunque más tardía, son también los primeros restos materiales de lo que más tarde será el pueblo de Vélez Blanco.
Su magnífica posición estratégica y sus condiciones naturales (agua, tierras de cultivo, montes, etc.) favorecieron la creación de un núcleo en el cerro del Castillo, a una altura de 1.100 m. sobre el nivel del mar, que domina un campo de visibilidad de varios kilómetros hacia el Levante y el Sur. Controla de igual forma la zona de paso que se abre hacia el Norte, en dirección hacia las tierras de Topares y de Murcia.

La conquista de estas tierras por Roma, en torno al siglo II antes de nuestra era, provocó un cambio significativo en el modelo económico y en el carácter del poblamiento. La proliferación de villas, con el importante ejemplo de una villa existente durante casi 700 años en el pago de Canales, confirman la implantación de un nuevo sistema de explotación a través de grandes explotaciones agrarias cuyos excedentes de producción se exportaban gracias a las infraestructuras creadas, tales como la Via Augusta hacia el importante puerto de Cartagena.

De la presencia visigoda se han conservado escasos hallazgos en la comarca de los Vélez. Desde la ocupación árabe en el siglo VIII Vélez Blanco formará parte del extenso distrito (kura) de Tudmir, llamado así por Teodomiro, mandatario (dux) visigodo quien se sometió al dominio de los invasores mediante un convenio que incluía la mayor parte del sureste de España.


Sobre el hábitat velezano y la densidad de la población antes de la incorporación del reino de Murcia a la Corona de Castilla tenemos dos interesantes referencias. La primera es del autor árabe Ibn Sahib al-Salat (m. después de 1203), secretario del califa almohade Yusuf al-Mansur”, el cual relata en su crónica sobre la guera del califa contra Ibn Mardanis, rey del reino de Murcia, que en la campaña de 1165 “acampamos por el lado de Vélez, en una comarca con muchas aldeas y poblaciones con una vista sin igual y con castillos y fortalezas cuyas construcciones se levantan en las alturas y admiran a la vista por su elevación”.

La segunda es del propio don Pedro Fajardo, quien escribe en una carta sin fecha sobre el aprovechamiento de las aguas del pago de El Piar que “oy en día esta allí en pie los vestigios de un lugar que se llamaba El Piar y la torresita de la mezquita, porque antiguamente quando Murçia hera de moros avía en la huerta de Veles el Blanco e el Ruvio quinse poblaçiones o alquerías que llaman ellos, y esta era la una de ellas. Estavan puestas en aquellos llanos syn fuerças ningunas, solamente al proposyto de aquellas aguas e de aquellas tierras. Despues de ganado por los cristianos el Reyno de Murçia fue forçado al caerse estas alquerias a los lugares fuertes asy como Veles el Blanco e el Ruvio que por ser fuertes se retraxeron alli”.

Con la incorporación del reino de Murcia a la Corona de Castilla (1243), Vélez Blanco será un bastión del reino nazarí durante casi 250 años, de cuya situación fronteriza dan testimonio varias torres vigía como las del Pozo Belmonte, Taibena, Piar, Fuente Alegre o Alancín. El 16 de enero de 1436 1447 Vélez Blanco y otros términos municipales fueron ocupados por Alonso Yáñez Fajardo. Según la crónica del Halconero del rey Juan II, Vélez Blanco era “una villa de moros de quinientos humos e una fortaleza muy buena”. Durante esta ocupación, los mudéjares de Vélez Blanco se sublevaron contra la guarnición de la fortaleza, sofocando el adelantado Alonso Fajardo el Bravo la rebelión (1444). La fortaleza contaba en aquel momento con nueve escuderos, veinte hombres a pie, cuatro judíos y con provisiones de 500 fanegas de trigo, aceite para tres meses y vino para un año. Pero el emir de Granada Mohamed X volvió a conquistar todas estas posesiones a excepción de los castillos de Tirieza y Xiquena en 1446. En el marco de las operaciones bélicas de la Guerra de Granada, en 1482 el adalid velezano Abenzade llega a capturar varios vecinos de Lorca. Los lorquinos habían pedido al adelantado mayor del reino de Murcia que les diera permiso para talar los campos de Vera y los Vélez. El último emir de Granada, Boabdil, se refugiará en 1483 en los Vélez una vez liberado por los Reyes Católicos de su cautiverio para retomar la lucha contra su padre Muley Hasan y su tío al-Zagal. Boabdil recibió apoyo de sus parientes, los velezanos Alí y Muhamad Abduladín. En 1485 Boabdil pasará por los Vélez en el regreso de Almería a Granada.

La Edad Moderna

Siglos XV y XVI: cristianos, mudéjares y moriscos


El 17 de junio de 1488, cuatro años antes de la entrega de Granada a los ejércitos de los Reyes Católicos, los hermanos Alí y Mohamed Abduladín entregaron una amplia zona nororiental del reino nazarí, en las actuales provincias de Granada (Castilleja, Huéscar, Galera y Orce), y Almería (los Vélez, el valle del Almanzora), a cambio de mantener elevados cargos (alguacil mayor y alcaide mayor), percibir cuantiosas rentas y, para la población mudéjar en general, unas favorables condiciones de sometimiento reguladas por las Capitulaciones, manteniendo su religión, el régimen fiscal nazarí, organización concejil, resolver los pleitos civiles entre mudéjares según la tradición islámica (con los cadíes, alguaciles y alfaquíes), y los usos y las costumbres en general. Los Reyes Católicos se obligaron a que los dos Vélez permanecieran siempre realengas, es decir, bajo dominio de los reyes de Castilla, representados por su corregidor en Vera, Garcilaso de la Vega, y el alcalde de las fortalezas de los dos Vélez y Vera, Juan Ponte. No obstante, las vulneraciones de los derechos de los mudéjares provocaron en varias intervenciones del poder regio en los Vélez. La plaza fuerte de Vélez Blanco se quedaba encargada de la viglancia de toda la zona.

Siendo tierra de frontera durante dos siglos y medio supone una escasa densidad de población en las tierras velezanas. Progresivamente se produce un fenómeno de inmigración; primero, más tímidamente, en la época cuando la zona anteriormente esbozada pasa de realengo a señorío, según el tratado de Madrid, de 4 de marzo de 1495, compensando al exiliado conde de Lerín, don Luis de Beaumont, por la pérdida temporal de sus dominios navarros, efectuando el traslado acompañado de numerosos paisanos a su servicio. El 25 de julio de 1501 los Vélez y Cuevas vuelven a ser realengos hasta el 24 de julio de 1503, cuando los Reyes Católicos obligan a don Pedro Fajardo a renunciar a Cartagena compensándole con territorios correspondientes a la actual comarca de los Vélez, Taberno, Cuevas de Almanzora y Portilla. A estos lugares unió la herencia de su padre, don Juan Chacón, Oria, Albox y Arboleas en la zona del río Almanzora, y Albanchez y Benitagla en los Filabres. El propio Marqués compró en 1501 Cantoria y Partaloa.

Después de la sublevación mudéjar de 1499/1500, la única vía de conservar la residencia para los musulmanes del reino de Granada sería el bautismo. Para ello, los vecinos musulmanes de Vélez Blanco dieron su poder al alguacil Hamete Aduladín, y los de Vélez Rubio a su alguacil Mohamed ben Farax, para negociar y firmar las respectivas capitulaciones, lo que se efectuó el 26 de febrero de 1501 con textos idénticos para ambas villas y coinciden en su mayor parte con capitulaciones de otras muchas poblaciones.


Una vez establecido el señorío, el deseo de determinar el área de influencia de la jurisdicción, administración fiscal y derechos ganaderos conlleva una larga serie de litigios y pleitos sobre los límites de los términos municipales con prácicamente todos los municipios colindantes, tales como Lorca, Huéscar, Orce y Galera. Estos conflictos también se produjeron en el ámbito eclesiástico referente a la pertenencia de los Vélez al obispado de Almería o el de Cartagena, basándose en un privilegio del papa Inocencio VIII al rey Sancho IV, de 4 de octubre de 1293.

El 12 de septiembre de 1507 doña Juana, reina de Castilla, le concedió el título de “marqués de Vélez el Blanco” a don Pedro Fajardo, el cual había comenzado ya con un ambicioso programa arquitectónico y económico. Una parte de las medidas para activar antiguo territorio fronterizo era la repoblación, iniciada en 1512, concediendo franquezas de ciertos impuestos, como la alcabala, e incentivos, como solares para edificar casas y tierras para plantar viñas. En un privilegio de 29 de marzo de 1526 don Pedro Fajardo confirma las franquicias de los nuevos pobladores, con la salvedad de que no procedieran de sus demás posesiones murcianas y granadinas para evitar perjuicios a la hacienda marquesal. Las recientes investigaciones demográficas presentan una gran oscilación de cifras que se debe a la movilidad de los habitantes en esta época, causada por la emigración de muchos mudéjares y la repoblación por residentes de otras zonas. A esta característica se juntan factores adversos, como las epidemias de peste (1507/1508, 1521/22), los terremotos, inundaciones, sequías, granizadas y las correspondientes malas cosechas. Evidentemente, conocer la evolución demográfica, el sistema productivo y la organización social permite evaluar con más precisión la transformación del medio ambiente.

En el caso de Vélez Blanco y María, entre 1512 y 1531 se afincaron 120 cabezas de familia, es decir, unos 500 – 600 cristianos viejos, la mayoría procedentes de zonas colindantes del reino de Murcia, otros oriundos del ducado de Medinaceli (Aragón) y ciertos refugiados de las rebeliones que, con apoyo del marqués de los Vélez, se produjeron entre 1515 y 1520 en Huéscar contra el duque de Alba, desde 1513 nuevo señor de esa ciudad y su comarca. Debido a la desarrollo económico, también a causa de la instalación de una corte marquesal con un centenar de integrantes y familiares, la comarca de los Vélez era un foco de atracción para agricultores, artesanos y mercaderes. Una orden de 16 de diciembre de 1560 obligaba a empadronarse a los cristianos viejos que venían a avecindarse en Vélez Blanco. En 1568 vivían en Vélez Blanco y María unos 600 cabezas de familia (400 moriscos y 200 cristianos viejos. Este aumento de población no sólo repercutía en el asentamiento de vecinos fuera de la Morería amurallada de Vélez Blanco, créandose el arrabal de los Cinco Caños, la calle de las Tiendas y la placeta del mesón, el barrio que más tarde se llamaría de San Francisco, las calles Palacio, Corredera, el arrabal del cerro de San Agustín (hoy, calle Teatro), calles de Enmedio y de Abajo

La sociedad que se iba a formar durante la primera parte del siglo XVI, compuesta por cristianos viejos y moriscos, se diferenciaba en por oligarquías, grandes propietarios de fincas y señores de ganado, labradores y pequeños agricultores, artesanos, tenderos y mercaderes (a la vez, prestamistas), jornaleros, criados, extranjeros y grupos marginados, como los gitanos y esclavos. La existencia, hasta 1579, de la corte marquesal con numerosos miembros de la familia Fajardo y personal a su servicio, supuso un importante foco de atracción para artesanos y mercaderes.

Una mención aparte merece el clero secular y, a partir de principios del siglo XVII, regular (franciscanos), cuya condición y legislación convertía a sus integrantes en un estado dentro del estado, con su propia jurisdicción y administración fiscal. Con la conversión general de los mudéjares en 1501, no sólo se consagraron las mezquitas en iglesias, sino la afluencia de pobladores cristianoviejos hizo preciso la creación de iglesias más grandes, como en el caso de la Magdalena y, poco más tarde, de la iglesia de Santiago y de las ermitas de San Lázaro y San Agustín, en Vélez Blanco. En Topares Ginés Hernández fundó la ermita de la Virgen de las Nieves. El 26 de mayo de 1505 se erigen y dotan las parroquias de la diócesis de Almería, asignando a Vélez Blanco cinco beneficios y una sacristía. Las iglesias no sólo eran lugares de concurrencia de todos los vecinos para, sobre todo, los actos religiosos y acontecimientos civiles (reparto de haciedas de población, 1574), sino la instalación de capillas funerarias para las familias poderosas reportaba un aumento de su prestigio, es decir, de su capital simbólico. En caso de los hijos del segundo marqués, mandaron construir y adornar la ermita de la Concepción como lugar de memoria para el mayorazgo de esta rama familiar.

Numerosos descendientes de familias velezanas formaban parte de la comunidad eclesiástica, consiguiendo una suficiente dotación económica gracias a la fundación de capellanías que suponían la prohibición de enajenación de extensas fincas y casas. La Iglesia incorporó numerosos bienes habices de las extintas mezquitas y fundaciones pías (habous) en su patrimonio, cobrando también intereses de censos por pías memorias perpetuas de misas, para cuya garantía los fundadores hipotecaban fincas y casas. Referente al control de los moriscos ejercido por la Inquisición, tenemos constancia de dos actuaciones de cierta envergadura: una a principios de la década de los cuarenta del siglo XVI y otra mayor en 1561

La fundación de dos conventos franciscanos, el de San Luis en Vélez Blanco (1602) y de la Inmaculada Concepción de Vélez Rubio (1689), dotó a la comarca de dos importantes núcleos de devoción y erudición, cuya repercusión se muestra también en las llamadas beatas, tales como Ana Rodríguez, María Hernández y Juana Pérez de Ruescas. Muchos vecinos de la comarca estipulaban en sus testamentos ser enterrados en el hábito franciscano, así que la fábrica de sayales instalada en Vélez Rubio no sólo suministraba las prendas necesarias a los propios frailes, sino atendía también los deseos de los fieles de la comarca.

La mayor transformación demográfica, económica y social del siglo XVI se produjo con la expulsión de los vecinos moriscos y el reparto de sus haciendas a los repobladores. A los 200 nuevos pobladores cabezas de familia llegados a María y, principalmente, Vélez Blanco se repartieron 1.829 fanegas de tierra de riego y 5.533,75 fanegas de secano. Las haciendas de población se componían de una casa en el núcleo de población, viñas, huertas, secano de mejor y peor calidad, por las cuales tenían que pagar un censo anual al fisco regio. Según los recursos del repoblador, y en algunos casos su cercanía a la casa marquesal, se entregaron entre una y cuatro haciendas de población. Aunque generalmente se respetaban las formas de cultivo anteriores, se generó un conflicto sobre la propiedad de los recursos hídricos de los que los vecinos originarios querían apropiarse en detrimento de los repobladores.


Vélez Blanco, capital del partido de los Vélez

La aparición de los señoríos en el recién conquistado reino de Granada se debía a las deudas y los compromisos acumulados por los Reyes Católicos frente a los nobles que habían contribuido a la incorporación del reino nazarita a la Corona de Castilla y, posteriormente, para compensar a sus partidarios, como en el caso del condestable de Navarra, o por trueques forzados, como en los casos de Cádiz y Cartagena.

En el año 1516, el 65,3 % de la superficie de la diócesis de Almería eran ya territorios de señorío. El marquesado de los Vélez era uno de los señoríos más extensos del reino de Granada y se mantuvo hasta la abolición del régimen feudal por los liberales en 1835. El “Libro Becerro de la Casa y Estados de los Excelentísimos Marqueses de los Vélez”, redactado en 1635 por el gobernador general de los estados el licenciado Bernardino del Castillo, recogía los derechos sobre los términos municipales y sus jurisdicciones, y los cargos que nombraba el marqués: alcaldes mayores (letrados en función de justicia mayor), dos alcaldes ordinarios, regidores, mayordomos de propios del concejo, depositario de los pósitos, escribanos del ayuntamiento, de las rentas y públicos, alguaciles mayor y menor, alcaldes de las aguas, procuradores, sobreguarda mayor de los montes del marquesado, caballeros de sierra (guardas forestales), guardas de la huertas y capitanes de las quintas. El marqués designaba también un administrador de las rentas en cada pueblo y un administrador general. Los propios concejos nombraban a los pregoneros, almotacenes y a los encargados de las tiendas de estancos de vino, aceite y vinagre. Después de la expulsión de los moriscos, los ayuntamientos se componían de un alcalde y regidores de “naturales” y un alcalde y regidores “de nuevos pobladores”, nombrados por el marqués eligiendo entre dos candidatos para cada cargo a propuesta del concejo abierto de la villa.

Estas rentas se componían de las tercias, es decir, del total dos terceras partes las recaudaba el marqués y el tercio restante la iglesia de Almería, aunque el asunto dio lugar a un largo pleito durante todo el siglo XVI. Además, el marqués cobraba los diezmos de pobladores, de nueve partes las dos que se llamaban “de novenos”. También se recaudaban las alcabalas, un impuesto de un diez por ciento, sobre la venta de inmuebles, productos agrícolas y otras mercancías. La concesión de mercedes de tierra para roturar generaba como ingreso adicional la trigésima parte de la cosecha. Otra fuente de ingresos para el marqués era el arrendamiento de los tres molinos, tres batanes, los hornos de pan, los hornos de vidrio y aguafuerte de María. Finalmente, de las multas y penas impuestas por la justicia, la casa marquesal cobraba una parte. Los moriscos estaban obligados a pagar un derecho adicional de paja y leña, intentando los agraviados eludir este gravamen.

El marqués no sólo cobraba el diezmo del ganado de sus vasallos, sino que percibía también derechos de herbaje del ganado de forasteros, una partida también interesante, dado que los rebaños podían alcanzar números entre 800 y 1.500 cabezas. El cobro por cualquier tipo de licencia suponían unos pingües ingresos para el señor territorial, cuya documentación se conserva en parte en el Archivo Ducal de Medina Sidonia, mientras que los archivos municipales de Vélez Blanco y Vélez Rubio perdieron la totalidad de sus fondos correspondientes al Antiguo Régimen.

La rivalidad entre los obispos de Almería y los marqueses de los Vélez en materias de recaudación y poder, especialmente con motivo de la financiación de la construcción de las nuevas iglesias y el reparto de los impuestos, provocaron una serie de larguísimos pleitos entre ambas instituciones que no terminarían hasta la firma de una concordia a principios del siglo XVII.

La escenificación del poder y el dominio del espacio público por parte de los marqueses se plasmaba en un ambicioso programa de construcciones. En Vélez Blanco se erigieron el castillo (1506 – 1515), las dos iglesias, varias casas y la cárcel, la casa de los alcaldes mayores, un horno, un tinte, las tercias (tazmías) y fuentes. En Vélez Rubio destacaban el mesón con tierras anexas y agua en propiedad, el honor del Fatín, una casa principal con otra accesoria, la tazmía con bodega con tinajas para 200 arrobas de vino, la venta del Chirivel, etc. El conde de Lerín había comenzado a construir una casa con su torre en la Alfahuara, bosque “con todo género de caza mayor y menor, y montes de encinares y pinares”, lo cual corroban los datos del Catastro de Ensenada (1752) contabilizando 80.000 pinos y 280.000 encinas en las 3.500 fanegas de esta dehesa. El marqués de los Vélez mandó ampliar la casa, la cual era atendida por un guarda y un montero. Muchos de estos edificios estaban adornadas con el escudo de los marqueses, lo quel contrastaba con la escasez de las armas de otras familias. En María le pertenecían un horno y la tienda del estanco de vino, aceite y jabón.

Dada la escasa concreción jurídica a principios del siglo XVI, para apoderarse de los bienes comunales de montes y baldíos, los primeros dos marqueses utilizaron toda clase de estrategias, desde la concesión de mercedes, pasando por pactos con parte de los vecinos, pleitos, amenazas, encarcelamiento e, incluso, el asesinato, para usurpar derechos de sus vasallos. El catastro de Ensenada permite apreciar la apropiación de estos baldíos: 6.900 fanegas con 4.000 encinas en la Sierra de María, lindando con la fuente del Peral; 2.500 fanegas con 3.000 pinos carrascos en la Fuente del Peral y Maimones; 2.000 fanegas con 1.500 pinos en Cofatría; 1.000 fanegas de pinos en el pago de la Solana; 300 fanegas en la umbría del Gabar con 2000 encinas; 1.730 fanegas en el pago de Río Claro con 2.180 pinos; en Alcadive 400 fanegas pobladas de pinos; 1.490 fanegas con 20.300 pinos en Alcoluche; 1.806 fanegas con 33.000 pinos y 4.200 encinas en Taibena; 1.775 fanegas en Derde; 300 fanegas incultas en el Piar, 280 fanegas pobladas de pinos en las Juntas; 500 fanegas incultas y 160 fanegas de pinos en el pago del Barranco y Pozo de Zarza; 1.040 fanegas con 3.300 pinos y 2.030 encinas en el Charcón; 170 fanegas con 5.000 pinos en Las Almohallas; 130 fanegas con 1.200 pinos en Barrionnuevo, 100 fanegas con 4.400 pinos en el Alcaide; etcétera. Los vecinos e incluso los concejos velezanos tenían que solicitar licencia a la casa marquesal para aprovechar los recursos madereros de los montes, especificando el uso de los mismos. Una vez emitido el correspondiente informe del sobreguarda mayor de los montes, en la licencia expedida por el gobernador se solía indicar las condiciones y el lugar idóneo para ello, tales como"no se han de cortar en la dehesa de la Alfahuara, umbría del Maymon, ni fuente del Peral, ni en quinientos pasos de cualquier agua corriente, estante o remaniente, ni en distancia de mil pasos de cualquier camino Real, ni en majadas, ni en abrevaderos de ganado" (1695).

Desde finales del siglo XVI se intensifica el seguimiento del estado de los montes mediante informes, emitidos por los sobreguardas y alcaldes mayores, los cuales ejercían desde el siglo XVIII la función de Subdelegado de Montes del Partido. Por ellos se sabía el considerable gasto de leña que ocasionaron los hornos de vidrio, de aguafuerte y de pan, carboneras, caleras o simplemente con fines domésticos; las intromisiones ilegales de vecinos o forasteros para venderla en otro lugar; el lento pero continuo desgaste que producían los ganados, para los cuales se cortaban muchas ramas, y las talas y cortes "desordenados" que impedían su reproducción posterior.

Esta situación llevó a los señores territoriales a ejercer un control riguroso de los montes, dictando una normativa específica, las ordenanzas. El 15 de abril de 1541 el marqués de los Vélez, “como por experiencia se ha visto, a causa de la mucha desorden que en los montes, encinares y pinares de esas mis villas ha habido, los dichos montes se han destruido de tal manera que casi no quedan para hacer madera para las casas de los vecinos de los vecinos de esas dichas mis villas, ni para otras cosas necesarias a los labradores y vecinos [...] y porque los dichos montes no se acaben totalmente de destruir y perder y [...] los montes y pinares de las dichas mis villas se conserven y no se destruyan” promulgó para los términos de Vélez Blanco y Vélez Rubio unas ordenanzas determinando lo que se podía cortar de troncos y ramas y en qué manera. Por otro lado, los señores territoriales adehesaban también terreno para sus intereses cinegéticos ordenando estos espacios mediante ordenanzas con severas penas para los infractores de las mismas. En el contexto de la conflictividad generada por la repoblación después de la expulsión de los moriscos se enmarca la promulgación de las Ordenanzas de Vélez Blanco de aguas, huertas, colmenares, mantenimientos, molinos y molineros, de diez de marzo y 26 de abril de 1591, y las Ordenanzas de la Alfahuara. Estas ordenanzas se diferencian de las anteriores a 1570 por ser propuestas por los concejos de las villas y aprobadas por el Consejo de Castilla.

Transformaciones sociales y económicas del siglo XVI

Aunque ya se indicó más arriba, conviene recordar que el medio ambiente, la evolución demográfica, el sistema productivo y la organización social y política interactúan y se condicionan mutuamente. Como en el resto de Europa de aquella época, la economía velezana se basaba en dos pilares fundamentales: la agricultura y la ganadería. Referente a la explotación del monte (saltus, en latín) en general, se pueden destacar la ganadería, silvicultura, apicultura y caza.

La toma de posesión de las tierras velezanas por don Pedro Fajardo inició una decidida estrategia para la activación económica de una tierra caracterizada por ser durante 250 años la frontera con el reino de Murcia. El propio marqués escribe en una carta sin fecha sobre el aprovechamiento de las aguas del pago de El Piar que “oy en día esta allí en pie los vestigios de un lugar que se llamaba El Piar y la torresita de la mezquita, porque antiguamente quando Murçia hera de moros avía en la huerta de Veles el Blanco e el Ruvio quinse poblaçiones o alquerías que llaman ellos, y esta era la una de ellas. Estavan puestas en aquellos llanos syn fuerças ningunas, solamente al proposyto de aquellas aguas e de aquellas tierras. Despues de ganado por los cristianos el Reyno de Murçia fue forçado al caerse estas alquerias a los lugares fuertes asy como Veles el Blanco e el Ruvio que por ser fuertes se retraxeron alli”.

Evidentemente, el fomento económico tenía como finalidad el aumento de los ingresos para las arcas marquesales. La plantación de 15.000 tahullas de viña en las vegas de Vélez Blanco y Vélez Rubio durante el primer tercio del siglo XVI era la apuesta por un producto fácilmente transportable y comerciable fuera del contexto comarcal. Las casas de los cristianos viejos, especialmente de los grandes propiaterios, se construían incorporando lagares y bodegas con grandes tinajas. El vino se vendía en tierras almerienses y murcianas, manteniéndose la actividad vitivinícola en la comarca de los Vélez hasta la plaga de la filoxera, a finales del siglo XIX. En menor medida encontramos en las zonas de regadío la plantación de olivar, de otros árboles frutales, legumbres, hortalizas, etcétera.

Una de las características de la agricultura velezana del siglo XVI y principios del siglo XVII es el acelerado avance del cultivo en secano. La roturación de miles de “fanegas de sembradura” aumentaba también las rentas marquesales, tanto por los diezmos habituales, como por la concesión de las mercedes de tierras, generalmente en terrenos alejados de los núcleos de población y cercanos o en las mismas laderas de las sierras. La suposición marquesal era que todas las tierras no cultivadas pertenecían a su señorío por considerar que continuaba con la misma situación jurídica que habían disfrutado “los moros que las habían poseído antes”, aunque, más tarde, los propios moriscos pleitearían ante la Real Chancillería de Granada contra este abuso señorial.

Conceder o no una merced de tierra dependía también de la sumisión del solicitante a la voluntad del señor territorial, como demuestran los acontecimientos de 1567/68, es decir, el pacto de don Luis Fajardo con los moriscos contra los cristianos viejos que pleiteaban con el señor territorial justamente por los abusos señoriales; y, en el contexto de la conflictiva repoblación, a partir de 1601, concediendo mercedes en los pagos de Barrax, la Hoya del Carrascal y el campo de la Alfahuara. Las apostillas del gobernador del marqués son reveladoras en cuanto a esta estrategia política. Una vez concedida una merced de tierras, el sobreguarda mayor estaba presente en las mediciones y amojonamiento de estas tierras. Junto a la finca principal se concedían luego los ‘ensanches’, terrenos colindantes los que, en algunos casos, podían alcanzar el 25 % de la superficie de la labor principal. Los títulos de concesión determinaban que el beneficiario tenía que empezar con la roturación en un año, no podía dejar la merced sin cultivar durante cuatro años, con la condición de que “el monte baxo que en las dichas heredades oviere después de roçado, lo haréis montones dentro dellas, de manera que el fuego no salga a hazer daño a los montes y pinares”; y con la salvedad de que "todas las carrascas de un pie, pinos, sargaleños y sabinas que hubiere las aveis de dexar y no cortar sin expresa licencia mia, so las penas de las ordenanzas" (1609).

La mayoría de las mercedes estaban en monte de lentiscar, atochar o chaparral. Generalmente, la concesión de estas mercedes de tierras de secano, y también en contratos de arrendamiento de otras labores, exigía que el beneficiario acreditara tener fuerza de trabajo anuimal suficiente para poder labrar. El impago de los diezmos conllevaba automáticamente la pérdida de la merced, castigándose también la ocultación de cosechas. La concesión de mercedes de tierras exclusivamente a moriscos entre 1551 y 1567, un total de 3.687,5 fanegas en el marquesado, de ellos 2.924,5 fanegas en los términos de Vélez Blanco y Vélez Rubio, se debía a que el marqués recibía un diezmo mayor de ellos que de los cristianos viejos, prohibiendo incluso la venta de mercedes a estos últimos para impedir una disminución de los ingresos. Esta estrategia de concesión de mercedes de tierra de secano relativa también la tradicional visión del morisco como hortelano en tierras de regadío, tal como demuestra la revisión crítica de éste por varios investigadores en los últimos veinte años. La concesión de mercedes seguía después de la expulsión de los moriscos, alcanzando en algunos casos extensiones muy considerables, como la concedida el 12 de septiembre de 1580 por la marquesa viuda de 300 fanegas de tierra en lo que “dizen el Bancal” para el vicario Juan Bautista de Prado.

Los propietarios de una labor, en general, pagaban al labrador un ducado por cada fanega roturada. Los contratos de compraventa de las fincas indicaban si era tierra abierta y/o por abrir. Muchas labores eran arrendadas por sus propietarios a labradores, generalmente por cuatro años y “al partido del cuarto”, es decir, pagando la cuarta parte de la cosecha. Se hacían entre un 25 y 33 % de barbecho “de dos rejas”, sembrando siempre dos partes de trigo y una parte de centeno y cebada. Las miles de fanegas de excedente de cereal se vendían en Murcia, Lorca y Cartagena.

El otro pilar de la economía, la ganadería, está indisolublemente unido a los montes. El primer marqués de los Vélez incentivaba a los señores de ganado con darles ejidos “de balde” en invierno en las tierras de sus villas, pero obligándoles a tener la paridera en los términos de Vélez Rubio y Vélez Blanco porque “para aquel tiempo, los términos dellas son los mejores en toda la comarca”. El ganado ovino producía centrenares de arrobas de lana, la cual compraban los representantres de los genovéses afincados en Caravaca y Huéscar para tratarla en los importantes lavaderos de Huéscar y exportarla, generalmente por el puerto de Cartagena, para la producción de tejidos. Su sistema de contrato con pago de anticipo era una fuente de ingresos de primera importancia para los señores de ganado comarcales, muchos de ellos de origen de la Baja Navarra francesa y de la zona fronteriza entre Aragón y Guadalajara, los cuales se asentaron especialmente en María. Los señores de ganado apoderaron a sus mayorales para la gestión de los rebaños, teniendo numerosos pastores con el correspondiente hato a su servicio. Muchos pleitos y hasta agresiones físicas se causaron por la entrada de ganado en huertas, viñas y labores de los agricultores, como también por incendios forestales y apropiación indebida de tierras y agua.

Destaca la importancia de la ganadería transhumante, que ya se practicaba en el marco de la mancomunidad de pastos de Castilléjar, Orce, Huéscar-La Puebla y los Vélez, de tradición medieval, a la cual hacen referencia las ordenanzas de Orce (1620), “porque esta villa tiene hermandad con la çiudad de Guescar y Villa de Belez y Castilleja por ser parte comun y no se puede poner coto en los dichos pastos”. Pese a repetidos pleitos intentando para extinguirla, parece que esta mancomunidad llega a ser vigente hasta el final de Antiguo Régimen. Las actividades ganaderas, también referente al ganado de labor (bueyes, mulas), conectaba la comarca con Baza, Cazorla, Yeste y Úbeda, aparte de las tierras murcianas, tal como demuestran los numerosos documentos de compraventa y algunos aspectos de la religiosidad popular. También consta la prestación de servicio de transporte con récuas y carretas.

Aparte del abasto con carne de macho cabrío para las carnicerías de la propia comarca, los ganaderos velezanos vendían sus animales espcialmente a Cartagena. Para proteger al ganado de los numerosos lobos de la zona, el 30 de octubre de 1580 el concejo de Vélez Blanco contrató a Antón de Cervera que pagaría hasta mayo de 1581 por cada lobo matado y por cada camada sacada en los términos de Vélez Blanco y Vélez Rubio 31 reales y por cada zorra dos reales, obligándose a su vez Antón de Cervera que “cada bez que oviere de armar los cepos y parqueças a de dar abiso donde se arman para que se pregone”. En los siguientes veinte años se matarían lobos y camadas por la Fuente de la Puerca, Cerro Gordo, en la Alfahuara, en Graj, Simanque, la solana del Maimón, en el Mancheño y Lajarosa, la rambla de Tello y en Corneros. Volveremos a tener noticias de lobos matados por los vecinos en 1642 en la solana del Maimón y la Alfahuara.

Otro recurso importante era el potencial maderero de los montes. La madera no sólo fue uno de los materiales de construcción más importantes durante siglos, sino que se aprovechaba como fuente de energía para caleras, carboneras, los hornos de vidrio y aguafuerte, alquitrán. Durante más de un siglo, esta actividad forestal estaba estrechamente ligada a la presencia de una comunidad de madereros y aserradores franceses, los cuales obtenían las corrrespondientes licencias marquesales avalados por carpinteros velezanos. Era recurrente la obligación de no cortar madera a menos de mil pasos de agua manente o corriente. Otro cultivo relacionado con el monte era la apicultura, constando numerosos colmenares en toda la comarca.

La transformación de las materias primas, como el cereal, la piel, la uva o la lana, en los molinos hidráulicos, batanes, tenerías, tintes y lagares, no sólo abastecía a los pueblos de la comarca, sino que permitía dar un valor añadido a estos productos y obtener mayores precios.

Un factor económico no deleznable durante los años setenta y ochenta del siglo XVI era la compraventa de esclavos moriscos, resultantes de la Guerra de las Alpujarras. Un esclavo alcanzaba precios equivalentes a una buena casa de aquella época. El mercado de los niños esclavos se intentaba camuflar con la figura de dejarlos en administración de cristianos viejos, supuestamente para enseñarles la doctrina cristiana.

El desarrollo económico favorable de los Vélez hasta 1568 se vio bruscamente frenado por la expulsión de los vecinos moriscos (noviembre de 1570), la repoblación con un número considerablemente menor de cristianos viejos procedentes mayormente de zonas levantinas, la conflictividad entre, por una parte, el marqués y la Corona sobre derechos políticos y ventajas fiscales de los repobladores y, por otra parte, entre los cristianos viejos “originarios” ya asentados antes de 1568 y los recién llegados repobladores. Una serie de malas cosechas, plagas de langosta y los insuficientes recursos financieros de muchos repobladores para resistir esta crisis contribuían a un desplome durante unos veinte años. Alrededor de 1600 comenzaba otra vez un repunte en la coyuntura económica, entrando en un nuevo declive a partir de 1640 por las cargas fiscales ocasionadas por las guerras y la plaga de la peste.


Aunque se ha repetido durante mucho tiempo que los repobladores cristianoviejos no estaban acostumbrados al mantenimiento y uso del regadío de tradición musulmana, lo cierto es que se ha mantenido la cultura del agua velezana, conservando sus infraestructuras. No obstante, los cambios sociales repercutieron en la gestión de los recursos hídricos, permitiendo la acumulación de derechos de agua en manos de la élite local. Recientemente, esta cultura del agua, sus infraestructuras, costumbres y el derecho consuetudinario has sido objeto de máximo interés social y cuentan ya parcialmente con la debida protección por parte de las administraciones públicas.

Una vez terminada la fase de la repoblación, la propiedad inmobiliaria se iba concentrando en las manos de una reducida oligarquía comarcal, la cual no sólo procuraba perpetuar y aumentar sus status social por acumulación de bienes, alianzas matrimoniales, acceso a prebendas eclesiásticas, ocupación de cargos municipales y en la administración marquesal, sino que intentaba salvar buena parte de su patrimonio de la enajenación y partición por herencia gracias a la fórmula de los vínculos y mayorazgos. No sería hasta mediados del siglo XVIII cuando despegara la situación demográfica y económica de la comarca de los Vélez.

Los siglos XVII y XVIII

El siglo XVII estaba caracterizado por una serie de malas cosechas, el azote de la epidemia de la peste entre 1647 y 1650 y la fuerte presión fiscal de la Corona para financiar las continuas guerras, lo cual provocó un levantamiento popular el 7 de marzo de 1650, suprimido por las tropas de la marquesa de los Vélez. Entre 1647 y 1656 la viuda del quinto marqués de los Vélez, Mariana de Toledo y Portugal, la cual se trasladaría más tarde a Madrid para ser aya del rey Carlos II. Su hijo, Fernando Joaquín Fajardo, llegaría a ser presidente del Consejo de Castilla.

Desde mediados del siglo XVIII se produce un espectacular aumento de la población de Vélez Blanco (3.375 habitantes/631 vecinos de pleno derecho en 1752, según el Catastro de Ensenada). De estos vecinos de pleno derecho, es decir, hombres, 400 vivían en el núcleo de Vélez Blanco y el resto de pedanías y cortijadas. El incremento demográfico se plasma desde el punto de vista urbanístico con una importante ampliación del barrio de San Francisco gracias a las mercedes de solares que los marqueses de Villafranca y los Vélez conceden para la construcción de viviendas. El aumento de la población fue también la causa de la ampliación o nueva fundación de ermitas y ayudas de parroquias, como en Alcoluche, el Cercado de Espinardo, Derde, Leria, el Piar, Topares y, en el propio núcleo de Vélez Blanco, las ermitas de San Agustín, Ntra. Sra. de la Concepción y San Lázaro. El gran número de vecinos y la demanda exterior causaron una ampliacvión de cultivos de regadío con sus correspondientes obras hidráulicas y la construcción de unos diez molinos harineros.

Según el Catastro de Ensenada (1752), de un total de 68.000 fanegas de tierra, l3.000 fanegas estaban en cultivo “y las restantes montuosas y peñascales”.De las 13.000 fanegas había 50 de la mejor calidad de hortaliza; 250 fanegas de la primera clase de riego; 400 de segunda y 600 fanegas de tercera clase de riego. De la primera clase de secano había 2.000 fanegas; 4.000 fanegas de segunda clase y 5.150 fanegas de tercera clase de secano. En riego había 250 fanegas de viña y 50 fanegas de olivo. De las 55.000 fanegas de tierra inculta, 1.600 fanegas de encinar y 40.000 fanegas de pinar eran del marqués de los Vélez. Respecto al ganado, los vecinos de Vélez Blanco tenían 8.509 ovejas, 6.918 cabras, 802 cerdos, 21 caballos, 175 mulas, 841 asnos, 380 bueyes y vacas y 483 colmenas.

En noviembre de 1769 el X marqués de Villafranca, Antonio Álvarez de Toledo, visita Vélez Blanco.

El siglo XIX

El siglo XIX comenzó con la ocupación de la comarca de los Vélez por tropas francesas. Con la abolición de los señoríos y la estructura administrativa del Antiguo Régimen, Vélez Blanco pasa del dominio de los duques de Medina Sidonia y marqueses de los Vélez, a depender de la recién creada provincia de Almería. La administración de justicia pasaba de la competencia de los marqueses de los Vélez al ámbito estatal, creándose un partido judicial dependiente de Vélez Rubio.

Otro hecho trascendente fueron las diferentes desamortizaciones de bienes de “manos muertas”, es decir, inmuebles vinculados a instituciones eclesiásticas, familias o concejos con varias finalidades, que se incorporaban de esta manera en el mercado inmobiliario. En el caso de Vélez Blanco, el convento francisco de San Luis Obispo fue adquirido por don Joaquín Casanova López y, posteriormente, vendido a la familia Torrente de Villena. También se extinguieron y las capellanías y obras pías tan importantes en la vida religiosa del Antiguo Régimen. En 1841 se abolieron también los mayorazgos, bienes inmuebles vinculados por las familias poderosas para garantizar perpetuamente ingresos para los hijos mayores de la familia y primer paso para conseguir la anhelada hidalguía. Lo desamortización de los bienes propios de los concejos, con poca incidencia en Vélez Blanco por carecer el concejo de estos bienes, privaba a los vecinos más necesitados de recursos de supervivencia en tiempos difíciles. Finalmente, la ley de Aguas intentaba asestar un golpe definitivo a los aprovechamientos comunales de este importante recurso productivo.

La “fiebe de la plata” por el descubrimiento de este metal en la cercana Sierra Almagrera tuvo también su repercusión en Vélez Blanco: numerosos vecinos constituyeron sociedades mineras para explotar minas en la zona de Cuevas de Almanzora o en la propia comarca de los Vélez, aunque el éxito de todas estas iniciativas fue más bien escaso. Hacia finales de la centuria se centraba el interés en la explotación del hierro. Se conservan todavía minas en las inmediaciones de la pedanía del Piar.

Durante el siglo XIX se extendió la destilación de esencias procedentes de hierbas aromáticas como el espilego, el romero o el tomillo. Otro importante recurso natural fue el esparto que se cosechaba y comercializaba para la fabricación de papel en Inglaterra. Un duro golpe a la economía local sopuso la plaga de la filoxera que acabó prácticamente con más de 370 años de viticultura en Vélez Blanco.

La segunda guerra carlista afectó también a la comaerca de los Vélez debido a las incursiones del comandante Miguel Lozano, en 1873 y 1874. Estos acontecimientos coincidían con la guerra de cuba (1868 – 1878), provocando la leva de quintas y la especulación con alimentos el asalto del ayuntamiento a principios de agosto de 1874.

El crecimiento demográfico de Vélez Blanco incidió también a nivel político. A finales del siglo XIX el médico Dionisio de Motos Serrano sería durante casi cuarrenta años jefe del Partido Liberal, llegando a ser presidente de la Diputación Provincial, cargo que ostentaría también Inocencio Llamas Díaz.

El siglo XIX

El siglo XIX comenzó con la ocupación de la comarca de los Vélez por tropas francesas. Con la abolición de los señoríos y la estructura administrativa del Antiguo Régimen, Vélez Blanco pasa del dominio de los duques de Medina Sidonia y marqueses de los Vélez, a depender de la recién creada provincia de Almería. La administración de justicia pasaba de la competencia de los marqueses de los Vélez al ámbito estatal, creándose un partido judicial dependiente de Vélez Rubio.

Otro hecho trascendente fueron las diferentes desamortizaciones de bienes de “manos muertas”, es decir, inmuebles vinculados a instituciones eclesiásticas, familias o concejos con varias finalidades, que se incorporaban de esta manera en el mercado inmobiliario. En el caso de Vélez Blanco, el convento francisco de San Luis Obispo fue adquirido por don Joaquín Casanova López y, posteriormente, vendido a la familia Torrente de Villena. También se extinguieron y las capellanías y obras pías tan importantes en la vida religiosa del Antiguo Régimen. En 1841 se abolieron también los mayorazgos, bienes inmuebles vinculados por las familias poderosas para garantizar perpetuamente ingresos para los hijos mayores de la familia y primer paso para conseguir la anhelada hidalguía. Lo desamortización de los bienes propios de los concejos, con poca incidencia en Vélez Blanco por carecer el concejo de estos bienes, privaba a los vecinos más necesitados de recursos de supervivencia en tiempos difíciles. Finalmente, la ley de Aguas intentaba asestar un golpe definitivo a los aprovechamientos comunales de este importante recurso productivo.

La “fiebe de la plata” por el descubrimiento de este metal en la cercana Sierra Almagrera tuvo también su repercusión en Vélez Blanco: numerosos vecinos constituyeron sociedades mineras para explotar minas en la zona de Cuevas de Almanzora o en la propia comarca de los Vélez, aunque el éxito de todas estas iniciativas fue más bien escaso. Hacia finales de la centuria se centraba el interés en la explotación del hierro. Se conservan todavía minas en las inmediaciones de la pedanía del Piar.

Durante el siglo XIX se extendió la destilación de esencias procedentes de hierbas aromáticas como el espilego, el romero o el tomillo. Otro importante recurso natural fue el esparto que se cosechaba y comercializaba para la fabricación de papel en Inglaterra. Un duro golpe a la economía local sopuso la plaga de la filoxera que acabó prácticamente con más de 370 años de viticultura en Vélez Blanco.

La segunda guerra carlista afectó también a la comaerca de los Vélez debido a las incursiones del comandante Miguel Lozano, en 1873 y 1874. Estos acontecimientos coincidían con la guerra de cuba (1868 – 1878), provocando la leva de quintas y la especulación con alimentos el asalto del ayuntamiento a principios de agosto de 1874.

El crecimiento demográfico de Vélez Blanco incidió también a nivel político. A finales del siglo XIX el médico Dionisio de Motos Serrano sería durante casi cuarrenta años jefe del Partido Liberal, llegando a ser presidente de la Diputación Provincial, cargo que ostentaría también Inocencio Llamas Díaz.