Lubrín. Por orden alfabético el 57º de los 103 de la provincia de Almería.
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En mi reto de hacer los 103 pueblos de Almería en bici, hoy Lubrín.
Historia
En medio de una tierra de minas y canteras, la crisis de la minería supuso un duro golpe al pueblo, y en su término se encuentra el llamado mármol de El Tranco, aunque el sector tiene mucho que avanzar en un término que está travesado en las últimas décadas por un fuerte descenso demográfico.
Pueblo viejo que hunde sus raíces a lo largo del tiempo y que cuenta con una oferta alimenticia cuando menos interesante, Lubrín es un lugar de rincones campestres y de rincones urbanos que merece una visita atenta que, con toda probabilidad, se repetirá.
Tierra de emigrantes que, como primer destino, fue EE.UU., especialmente California. Esta tendencia cambió a partir de los años 40 se mantiene la emigración, pero esta vez y hasta hace muy poco tiempo, a Cataluña.
Se ha seguido produciendo también un flujo ininterrumpido de carácter migratorio; los jóvenes se han ido marchando al exterior de la provincia y los mayores a la capitalidad del municipio, fenómeno que afecta no sólo a la propia villa, sino también a las pedanías, en las que se hace más notable el descenso de habitantes.
Un lugar típico de Lubrín es la Plaza del Porche que lleva hasta el corazón de la villa; avanzando en esa dirección se atraviesa la calle Sotomayor, con sus hileras de casas abalconadas y adornadas con flores, típicas de la arquitectura popular de los pueblos de la provincia.
Al frente de dicha calle la «Plaza de Arriba», a la derecha y a través de las denominadas «escalericas» de Marta se llega a la plaza central del pueblo, nombrada popularmente «Plaza de Abajo», que, como gusta comentar un buen amigo, es semejante en su acceso al de un anfiteatro, por quedar en una hondonada.
Plaza acogedora, cita de encuentros y partidas, de bailes populares y amoríos. Desde allí parten dos calles; una de ellas, la denominada de la Iglesia, da acceso a la parroquia, edificio del siglo XIX, de la que es titular la patrona de Lubrín, Nuestra Señora del Rosario, que comparte patronazgo con San Sebastián; la otra, la calle del Barranco.
En esta zona se encuentra junto a la rambla, en una de sus márgenes, el edificio que hace años fue el Teatro Sotomayor, más tarde utilizado como fábrica de quesos. Los refuerzos de sus cimientos sirven de soportal del antiguo lavadero, que se nutre de la fuente «de abajo» y que fue de gran utilidad cuando aún no existía agua corriente en las viviendas.
Merece la pena conocer y visitar Lubrín, recorrer sus rincones a pie o en vehículo que permita adentrarse allá donde la naturaleza se protege.
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